Desde mi infancia que mis padres me llevaron a la costa atlántica en San Bernardo, y por eso es un tema recurrente, pintar el mar... Siempre quise plasmar el movimiento del agua marina, las olas, la espuma, el oleaje, el infinito del horizonte. Como impacta la luz solar en el agua. Como impacta en el hombre cuando se sumerge. Hay momentos que las líneas me atrapan y me llevan a jugar con ritmos, matices, es un movimiento dentro de otros movimientos. Es un nunca acabar, puro oleaje que va y viene. Otros momentos investigo como la ola rompe en el agua misma y al mismo tiempo se eleva buscando otro movimiento. Nunca voy a conformarme. Cada ola es distinta. Cada pintura es distinta y me lleva a investigar en otra pintura próxima otro desafío.

Como consecuencia del conocimiento adquirido como docente en la enseñanza artística durante casi 30 años en las escuelas, me enamoré del arte precolombino y del arte medieval. Asimismo, tuve la fortuna de viajar durante varios años al Noroeste Argentino. Conocí varios asentamientos indígenas, museos antropológicos y de primera mano he visto los testimonios en las alfarerías, ruinas y otras huellas. Sentí la fuerza de los lenguajes precolombinos y la posibilidad de interactuar con otros lenguajes de la antigüedad, en este caso el Medioevo. Las miniaturas medievales, las paredes de los monasterios o iglesias románicas o medievales desde la España hasta la gran Rusia.